Cada vez se escucha más el término superalimento, por eso conviene que el consumidor sepa distinguir qué hay de verdad en todo este negocio, sin que la palabra negocio tenga connotaciones negativas. Lo que importa es nuestra salud.
Lo primero es saber qué son los superalimentos para poder dejar claro si son verdad, mito o una estafa más de la industria enfocada a la salud y el bienestar.
Cuando un alimento tiene propiedades beneficiosas para la salud a causa de uno o varios nutrientes que forman parte de el, se le empieza a considerar superalimetno. Pero claro, raro es el alimento que no tiene un nutriente beneficioso para nuestra salud. ¿Entonces, todos los alimentos que comemos son superalimentos? Esto ya nos va dando una pista de que los alimentos con superpoderes no existen, y más bien va a ser una “superaimentación” la única que funcione.
¿Pero si no existen por qué se habla tanto de ellos?
Unos ejemplos: el calcio es un nutriente indispensable para fortalecer nuestros huesos, si echamos en cantidades suficientes calcio a un bollo industrial, ultraprocesado ¿sería un superalimento rico en calcio? Obviamente no. Si llevamos unos hábitos de vida sedentarios, poco saludables con una alimentación rica en grasas saturadas y trans… ¿nos va a servir de algo desayunar todas las mañanas jengibre, por muchas propiedades beneficiosas para la salud que tenga? Obviamente no. Sin recurrir a estudios científicos que avalen todo esto, vuelve a ganar el sentido común.
Y ahora que tenemos el sentido común por delante, podemos entender porque las autoridades reguladoras de los principales mercados de consumo, como es la EFSA en Europa, no contemplan el término superalimento. Buena parte de la industria de alimentos poco o nada saludables, aprovecharían técnicas de marketing para aumentar un determinado nutriente en el producto y ponerle esa etiqueta. De todas formas, en la industria del bienestar y la salud sale mucho más rentable encapsular estos “superalimentos” y vender menos cantidad a mayor precio como suplemento alimenticio.
El concepto de superalimento que se maneja en la calle o bien porque una celebrity lo consume, o porque lo promociona el influencer de turno, es el de un alimento natural, por lo general “exótico”, que tiene una densidad elevada, o no, en un determinado nutriente, el cual proporciona beneficios para la salud humana. Normalmente está respaldado por bases científicas escuetas o inexistentes, o si existen son sobre el nutriente individual, no del alimento en sí. Además, tiene que estar en renovación constante, es como si cada año se nos tenga que presentar el nuevo “superalimento”, como si de un nuevo modelo de smartphone se tratase.
Acerola, aguacate, algas de espirulina, de chlorella o de wakame, aloe vera, baobab, bayas de goji o de açaí, cacao crudo, col de kale, edamame, jengibre, kéfir, maca, moringa, semillas de chía o de lino son solo algunos ejemplos de como ha ido cambiando la tendencia de unos a otros con el paso del tiempo. Algunos es cierto, tienen propiedades increibles de manera individual, similares muchas veces y por supuesto equivalentes a otros alimentos “de toda la vida”.
Si por algo son “superalimentos” es por hacer que el consumidor se interese y de importancia al valor nutricional de lo que come, juzgue su procedencia, su sostenibilidad o busque alternativas similares nutricionalmente. Si un modelo de smartphone sube un par de megapíxeles o cambia un botón de posición es toda una revolución. A este punto de absurdez es al que no debemos llegar con nuestra alimentación. Si los “superalimentos” sirven como escaparate para mejorar tendencias de consumo y alternativas saludables para llevar una “superalimentación”, bienvenidos sean.
Autor: Jose Luis Díaz Cruz